Dolores Aleixandre, rscj
Bajo este título un poco críptico, Vigipas.exe, se esconde una constatación irrebatible: quien se descarga cada año la Vigilia Pascual como archivo ejecutable, nota en el acto una inmensa liberación de su espacio interior, le desaparecen los archivos dañados, quedan reparadas las roturas de su sistema y se reinicia en modo esperanza. Eso sí, una esperanza a la que hay que someter a un programa de verificación bíblica por si se trata de una copia ilegal.
Empecemos por el pregón. De entrada ¡cuánta luz!: claridad, fulgor, resplandor, cirio, lumbreras, un lucero sin ocaso… ¿Han desaparecido del todo las tinieblas? No del todo pero la esperanza que genera la Pascua puede convivir con la oscuridad, las perplejidades o el cansancio. «La Esperanza se hermanó con el Desencanto que no es lo opuesto ni lo contrario a la esperanza: es su inevitable sombra, es su compañera de viaje» (García Roca). Es una buena vecina que no nos apabulla con sus proclamas, certezas o evidencias sino que se hace presente transformándolo todo, también nuestro deseo secreto de un dios que ordenara al Covid-19 desaparecer de inmediato.
Dios-compañero
Pero él es el Dios-Compañero que no nos deja solos en nuestros duelos, que no va a provocar el hundimiento en bolsa de las farmacéuticas que se forran con la pandemia, pero nos asegura que estará a nuestro lado en las decisiones oscuras de ponernos siempre de parte de la vida. Es la esperanza que sostiene a los que pasan por las horas oscuras del dolor, la soledad o del abandono; la que nos inicia en el aprendizaje humilde de aguantar, permanecer y arriesgar, con la convicción de que la verdadera dicha está en creer antes de haber visto (Juan 20,29) y en atreverse a amar a alguien cuyo rostro nunca se ha contemplado (1 Pedro 1,8).
Sigue el pregón, enarbolando ahora su trofeo de alborozos: exultan los ángeles, goza la tierra, se alegra la Iglesia, aclama el pueblo, se levantan los corazones, se regocijan los tristes, la culpa es declarada feliz, la noche se ha transforma en dicha. ¿Cualquier tipo de alegría? Ni hablar. Solo aquella que ha pasado por el antivirus del Evangelio y sus paradojas: la promesa de felicidad es en medio de persecuciones (Lucas 6,23); la puerta estrecha es la que conduce a la vida (Mateo 7,13); la mujer tiene que pasar por el parto para tener al hijo en sus brazos (Juan 16,22); se da siempre en proporción inversa a las posesiones: a más alegría provocada por la relación con Jesús, menos cosas retenidas. Y si no, que le pregunten a aquel chico que tenía un fortunón y que, a pesar de quedarse con él, no consiguió sacudirse la tristeza (Lucas 18,18-23).
Resumiendo con lenguaje del pregón: con la esperanza y la alegría escapamos de Egipto, con ellas atravesamos el mar Rojo y lo que nos echen. Pero sin olvidar que necesitamos ser conducidos por la columna de fuego de la oración y el discernimiento: solo así no nos haremos un lío con la contraseña.